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La minería aurífera ha destruido la naturaleza en varias poblaciones. También afecta a la economía boliviana.

El negocio del diésel es redondo en comunidades a orillas de los ríos amazónicos. Los contrabandistas hacen fila en las noches en las estaciones de servicio de municipios cercanos con el fin de llenar los barriles de plástico. No hay control. Los barriles están arriba de camionetas y el empleado de la gasolinera tiene que subir con la manguera a llenar los envases. Son 160 litros por turril.

Alrededor de 250 millones de litros de combustibles -gasolina y diésel- se desvían al mercado negro y actividades ilícitas, reveló el ministro de Hidrocarburos y Energías, Franklin Molina. La autoridad dijo que en un estudio se identificó las zonas llamadas de riesgo, que no solo están en las fronteras, sino también en algunas ciudades intermedias del país.

Molina explicó que, de los 250 millones de litros de combustibles, una parte es desviada para los vehículos indocumentados que fueron introducidos al país vía contrabando. Pero también tanto la gasolina como el diésel se destinan a la minería ilegal y a la reventa.

“Se ha identificado que de los 250 millones de litros, que más o menos se desvían a esta actividad, el 80% está destinado a la actividad ilícita, vale decir expendio de revendedores, bidoneros, minería ilegal y autos chutos, y el 20% sale vía contrabando”, precisó el ministro Molina.

En Mayaya

Y eso ocurre en la comunidad de Mayaya, localidad que está a orillas del río Kaka en el departamento de La Paz. Este afluente desemboca en el río Beni, en plena Amazonía boliviana.

En Guanay, cerca de Mayaya, un barril se llena con Bs 595,2. Y pueden revender ese mismo turril hasta en Bs 1.500. Una embarcación por lo general lleva 15 turriles y esa venta puede costar Bs 22.500, un poco más de $us 3.000.

Mayaya se convirtió en el cuartel de los ciudadanos extranjeros -en su mayoría chinos y colombianos- que explotan oro. Mayaya lo tiene todo, pero el negocio más competitivo es la venta de diésel y gasolina. Este carburante es utilizado para que funcionen las dragas que extraen el metal precioso en los ríos amazónicos.

En Mayaya el diésel no se lo vende en bidones o botellas. No es negocio. En las calles se pueden encontrar pequeños envases de gasolina para vehículos que trabajan en el transporte público. Ninguno tiene placas de control. Tampoco hay una estación de servicio. La más cercana está en Guanay, a unas tres horas en vehículo y dos en embarcación.

Las personas que operan las dragas salen hasta Mayaya para comprar el carburante. Solo se hace un traspaso de bote a bote. Los mineros llevan los barriles en su propia embarcación. Se pierden aguas arriba del gigante Kaka.

Eso también pasa en otras zonas. Por ejemplo, en Riberalta, en el departamento de Beni, existe el negocio ilícito de carburantes. Se lo destina tanto para autos indocumentados como para la minería ilegal, que es lo que más se vende. Las embarcaciones llevan los barriles hacia el río Madre de Dios o también al río Orthon. En esos afluentes la extracción de oro está en niveles altos, a pesar de los controles que realiza la Policía y la Armada Boliviana.

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