Una nota de la BBC advierte que la deforestación de la selva amazónica brasileña se ha acelerado peligrosamente. Imágenes satelitales muestran que solo entre agosto de 2018 y julio de 2019 se destruyeron cerca de 10.000 km2 de selva (un millón de hectáreas), equivalentes a 30 veces la mancha urbana de Santa Cruz. Esta deforestación representa un aumento del 29,5% respecto al mismo periodo del año anterior, siendo Mato Grosso el estado más afectado, donde los agricultores habrían quemado grandes extensiones de bosque para producir soya y algodón.
Los científicos coinciden en que las pérdidas aceleradas de vegetación devienen en parte como consecuencia de los efectos del calentamiento global, pero también y sobre todo por las políticas del gobierno de Jair Bolsonaro, que favorecen el desarrollismo a corto plazo por encima de un progreso sustentable con base en la conservación. Respecto al país, no sobra recordar que los incendios forestales arrasaron cerca de 5 millones de hectáreas, de las cuales un millón (una superficie similar a la deforestada en Brasil) correspondía a parques naturales.
Hablamos de cifras alarmantes, sobre todo si se piensa en términos de pérdida de biodiversidad y de capital natural. El cual incluye los recursos naturales y los servicios ecológicos que los ecosistemas producen (funciones de absorción y dilución de contaminantes, mantenimiento de la composición de la atmósfera, control de inundaciones, flujo de energía, entre otros); que son imprescindibles para la supervivencia del planeta y el “vivir bien”.
La Razón (Edición Impresa)